Como psicóloga, he podido comprobar en el ámbito clínico el poder que tiene el niño interior como símbolo de nuestras emociones. Como persona, me regalé una segunda infancia llena de abrazos, mimos, validación, y todo aquello que fui necesitando en la medida en que avanzaba en el camino del autoconocimiento, mediante el contacto frecuente con esa niña que un día fui.
Por supuesto, esa niña ya no está, no podemos volver al pasado, entonces, ¿cómo pude, a través de la relación con alguien imaginario, sanar mi infancia y fortalecer a la persona que soy hoy en día? Lo hice aprovechando que el inconsciente no diferencia realidad de fantasía.
Si cuando he tenido una pesadilla me despierto asustada, sudorosa, etc., como si aquello que presencié en sueños fuese real, ¿por qué no crear una experiencia en la que yo, la adulta que soy, me relacione con aquella niña de mi infancia de forma amorosa? ¿por qué no contactar una y otra vez con esa niña que fui para decirle cuanto la amo y lo valiosa que es?
¿Y cómo hacerlo? A través de la emoción. Una vez conscientes del sentimiento que queremos trabajar, buscamos un momento en que podamos estar solos. El primer paso es relajarse mediante la respiración. Una vez relajados (si no estamos tranquilos, es mejor buscar otro momento), dejamos que aparezca la emoción que nos embarga y que está realmente impidiéndonos estar bien: tristeza, miedo… Esa emoción va a permitir que nuestro niño o niña interior aparezca representando lo que realmente estás sintiendo: asustado, triste, miedoso… Es entonces el momento de relacionarte con esa personita para hacerle salir de ese estado a uno mejor, usando tu intuición para tratarle del mejor modo posible. ¡A veces se necesitan varios contactos para que tu niño o niña confíe en ti!
Por ejemplo, lo hice así cuando me separé, ¡yo me había casado para toda la vida! Detrás del sentimiento de abandono, estaban mis miedos de no poder con la soledad, de no ser capaz de mantenerme con menos ingresos, de no poder dejar de sentirme que había fracasado… Comencé, con mucha dificultad al principio, a crear mentalmente escenas en la que hablaba con mi niña, y me comportaba con ella exactamente como lo haría con una niña pequeña, y cada vez se me fue haciendo más fácil, tanto verla, como sentirla a mi lado. ¿Qué mensajes le daba? Todo aquello que sentía que era importante que mi niña supiera: Que tener miedo es normal, que es sólo una señal para respirar profundo y recordar que el cambio forma parte de la vida; Que siempre va a ser capaz de lograr todo aquello que se proponga; Que cuenta conmigo de forma incondicional porque yo nunca la voy a abandonar… Es decir, cada vez que imaginé un contacto con mi niña, le dije aquello que consideré podía ayudarle y ayudarme en ese momento.
¿A quién realmente le estoy dando los mensajes? A mí misma, por supuesto. Y al darme mensajes positivos a través de mi niña interior estaba creando nuevos recuerdos de aceptación, apoyo, afecto, valía y un largo etc. En el ejemplo de mi ruptura de pareja, al hablar con mi niña interior una y otra vez, el mensaje se quedó tan grabado, que el miedo se fue diluyendo. Llegó un momento en que interioricé de tal manera todo aquello que le/me dije, que quedó en mi la creencia ya no solo de que podría manejarme perfectamente sin pareja, sino que la soledad puede estar llena de momentos maravillosos, sin dejar por de ello de creer en el amor, desde un lugar más sano, sin dependencia y sin olvidarme nunca de mi misma.
Por ello sugiero que tengas una relación permanente con esa parte tuya tan especial, esa personita que fuiste y que vive para siempre en tu corazón, que necesita que tu adulto le cuide, le apoye, le ame… Y que a cambio te da todo lo que necesitas para vivir en plenitud: espontaneidad, creatividad, capacidad de asombro…
Te recomiendo desde el corazón y desde la razón, que crees una relación entrañable y especial con tu niño o niña interior.
Y si necesitas ayuda para relacionarte con tu niño o tu niña, cuenta conmigo.